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¿Por qué estoy aquí en la danza?

Hay preguntas cuyas respuestas consideras tan obvias que no te has puesto en la tarea de formulártelas. Como la que aquel viernes pasado, mi querida maestra Hilse, sin miramientos soltó, como si de algo sencillo se tratara: ¿Por qué estoy aquí, aquí en la danza?

Y entonces mi cabeza vuelve una y otra vez a la leyenda del hilo rojo invisible que une a quienes están destinados a amarse, a un Peter Pan que se detiene en el tiempo como un acto increíblemente egoísta pero que lucha con el cocodrilo del reloj, a una Alicia que a través del espejo es capaz de vivir en un mundo lleno de maravillas creado por su imaginación y a mí misma, la que fui, la que soy y la que seré, cuando danzo. Ni siquiera puedo llegar a pensar en un mundo sin su danza natural, aquella no estructurada basada únicamente en el fluir de la vida misma a través de todo cuanto existe, porque el movimiento está en cada instante caído de las hojas del tiempo.

Estoy aquí porque es donde encontré mi propósito de vida, porque vivo el arte que recorre mis venas, porque muero y nazco desde la emanación de un suspiro convertido en pequeñas danzas. Estoy aquí porque de otro modo, sería un redondo intentando entrar en un cuadrado. Me he sentido tan pérdida tantas veces y la danza me ha salvado. Ella me lanza el flotador una y otra vez, brindándome una nueva oportunidad para continuar, para renacer.

Estoy aquí porque en mis movimientos logro creer nuevamente en el amor, en las personas, en un futuro mejor. Porque veo como el sudor realiza su danza en descenso recorriendo mi frente y brilla. Porque el aire entra en mí a hacer piruetas y arabescos, libre y lleno de vigor. Porque veo danza en la risa de mi madre, en el abrazo de mis hermanas, en las anécdotas de mis sobrinos, en la valentía de mis cuñados y en los besos de mi amado.

Entonces, estoy aquí porque la música que suena y la que no, me hacen compañía al caminar. Porque sigo estremeciéndome, sigo emocionándome con un atardecer que danza hacia la noche. Porque sigo riéndome como niña con las chispitas que mojan mi rostro durante la llovizna.

Estoy aquí porque la danza me adoptó como su hija y como tal me enseña, alecciona, educa y me sigue invitando incansablemente a jugar y a ser feliz. No estoy segura, en dónde más podría estar en esta vida, y seguramente en la siguiente, si la hay, será igual. Porque vivo por y para la danza.

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